miércoles, 9 de mayo de 2012

Una pausa para la compasión

CABALLO DE GUERRA
(War Horse)
Steven Spielberg, 2011.

©DreamWorks II Distribution Co., LLC.  All Rights Reserved.
¿Puede haber una tregua en plena guerra de trincheras para hacer un acto de compasión? Si, mientras no se conceda campo al enemigo ni se manifieste debilidad, dirían los generales a cargo de la victoria.

   La defensa por lo que sabemos que es nuestro o tratar de apoderarnos de lo que creemos merecer, son las principales causas de lucha. Así la soberanía, el patriotismo o la familia son algunos aspectos que los artífices de la guerra toman en cuenta para formar en nuestras mentes bases sólidas que engendrarán ejércitos dignos y ansiosos por defender la patria; ejércitos bravos y abnegados, capaces de inmolarse por el futuro de sus hijos, por un nuevo amanecer de libertad.


   De la estratagema política se obtienen los resultados esperados, jóvenes marchando con valor y el orgullo de tener el privilegio de luchar por el futuro de la patria. Madres resignadamente jubilosas y confiadas de que como la justicia esta de su parte, la divina providencia les devolverá sanos y salvos a los frutos de sus entrañas. Padres que aparentan fortaleza y sabiduría, aceptando la decisión de los gobernantes, pues por la dignidad y seguridad de la familia, no queda de otra.

   El principal protagonista de esta historia, el caballo Joey, a lo largo de la cinta, despierta entre los antagonistas personajes, ese maravillo sentimiento por el cual aun no nos hemos destrozados unos a otros logrando la extinción de la especie, me refiero a la compasión. Recreada en hechos de la primera guerra mundial, y con un mensaje de amistad abnegada, Caballo de guerra nos cuenta como en medio del odio y el terror que dan a luz los mas bajos instintos de supervivencia, el ser humano puede detenerse un poco para darle la mano a un ser viviente inferior y de usos varios, al menos es el mensaje secundario pues el principal relata como antes mencionaba el nacer de una amistad, la pérdida dolorosa, la búsqueda de amor bajo la fachada del deber y el reencuentro especial y maravilloso que termina fortaleciendo a una familia, ¿Clásico no?.

   En medio de los deseos propios de superación, de autorrealización, de posteridad o de aceptación, nos vemos envueltos en una carrera de vida, una lucha por sobresalir y resplandecer entre la muchedumbre, nuestro principal rival es nuestro semejante capaz de derribarnos en un abrir y cerrar de ojos, por eso no se debe bajar la guardia, por eso no se dan pautas, no se da tregua y esa es la actitud que se enseña, que se vende y que se mercadea, pero quienes son los ganadores al final, bajo estos aspectos los amantes del dinero pulen a sus empleados, y ferozmente entran en el juego del capital, ¿Quiénes ganan al final?, el poder y el dinero crean a los grandes manipuladores de mentes que crean guerras y crisis financieras cuando sus influencias disminuyen y se ve amenazado su podio o cuando sus desenfrenos y excesos han tocado fondo.

   Pero la piedad, en medio de la hipnosis, surge muy humana, buscando saciarse. Entonces no extraña el hecho de que enemigos se unan en pleno y legitimo apto de compasión por salvar a un animal que agoniza enredado en una alambrada de púas, centeneras de hombres pueden yacer heridos en el campo de batalla pero el sugestionado y explotado patriotismo inhibe la misericordia y desde las trincheras se haría la obligada y cruel espera por el deceso del enemigo, la supervivencia del animal regocijaría nuestras almas, ese animal sería un fiel y sincero amigo, pero ayudar al enemigo podría representar una puñalada por la espalda, perder la batalla, perder la guerra. Bajo contextos tan reales y complicados, que ironías nos ofrece la vida.

   Siempre se recuerda y se recalca el lado oscuro de nuestros propósitos, de nuestros actos y planes futuros, que de buenas intenciones esta enladrillado el camino al infierno y que maldiciones caerían sobre ti, si depositas confianza en tu semejante. Pero si recapacitáramos el hecho de que la mejor marca que podemos dejar en esta tierra y en las vidas con quienes nos relacionamos es la que fue aceptada y no la que se impuso ó si aceptáramos la idea de que somos tan, especialmente, insignificantes como un diminuto grano de arena de la playa mas grande y paradisiaca del planeta, no produciríamos fobias que siembren raíces de maldad en nuestros corazones y la compasión se liberaría de las rejas impuestas por los viciosos megalómanos que nos ven matarnos mutuamente desde sus cómodos palacios. Adiós a las ironías.

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