lunes, 26 de marzo de 2018

Ciclos de ensueño



Dánea - Gustav Klint


Ya se ha ido.
Solo recuerdo su espalda
Blanca y los mechones rojizos
De su cabello. Las prendas
Íntimas y sucintas de negro
Intenso,
(que no estoy
Seguro si son suyas o le pertenecen
A otro dorso de ébano, quizá a algún
Bozo dorado) me sirven de aliciente
En la imagen de vivo éxtasis
Desenfrenado que queman mí
Ensueño.

El estilete negro que rasga el manto
Límpido salpicado de sangre que nos
Sirvió de sábana en este frenesí
De cuerpos desconocidos,
Fue empuñado con destreza
Por el cómplice destino
Que satisface mis quejas
Contra la sosegada monotonía
De la vida conyugal.

La queja más desgarradora
Es la de encontrar la seda exquisita
Y viscosa, vendida como primicia
De primavera, convertida en un
Lienzo desgarrado con todo
El odio de un artista desdichado
Que no logra trazar las líneas
De la silueta que lo atormenta.

Y el desprecio por la treta, que
Me insta a explorar horizontes
De todos los colores, y la prisa por
Desechar el frasco que contenía la
Esencia prima, que una vez insípida
Por mis apetencias apasionadas,
Termina y empieza la jornada
En busca de otro sello, de otro aroma.

Las espaldas, solo las espaldas,
No los rostros ni las palabras, pues solo guardo
La imagen de la que un día, con ayuda
Del alcahuete destino, quemó
La carta en la que escribí, las súbitas
Pasiones que me consumían.

Lomos, dorsos, caderas y pantorrillas.
No labios que comprometen, ni oídos
Que se prestan a las confabulaciones.
Vellos y ombligos, pezones y uñas que
No emiten ningún sonido, y la lucha con
La lengua para que su propósito sea
Distorsionado.

Se fue la delicada y fina
Cordillera blanca, con sus cabellos
De fuego rojizo, y solo espero
Que no mate mi tibio y excitante
Ensueño, al buscar un pretexto
Para tocar a mi puerta.
Ojala las prendas íntimas y sucintas
De negro intenso, que combinadas
Con su espalda nívea y arqueada cuan
Ánfora exquisita que sacude mi fuero,
No les pertenezcan a ella.

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