martes, 13 de marzo de 2018

La complicidad de la sombra (Versos)

La gran sombra (circa 1805). Autor: Johan Heinrich Wilhem 



El culpable no se encuentra aquí.
Solo yo, y esa sombre necia y rebelde
Que dice no abandonarme hasta
Que muera en manos de mi enemigo.

Tampoco está el inocente, celeste
Y áureo, que sin mácula y laureado,
No alteró la vertiente de oprobios
Y sollozos, solo por guardar la
Pureza de su corona.


La sombra ya le dio su merecido,
Al inocente y al culpable, pero a los
Testigos no ha podido aniquilar,
Porque esa luz del resquicio por donde
Se asoman, es su enemiga profetizada.

La sombra se reviste de paciencia,
Lo puedo asegurar, y en cuanto los
Testigos opinen embriagados de
Equidad, se inflarán de pasión cerrando
La abertura, y la luz opaca no evitará
Que la sombra a vivos zarpazos,
Salpique de muerte mi cara.

Que tragedia la del ojo en el techo,
Ese juez que carece de parpados y
Pestañas; ese pusilánime, que sin
Culpables e inocentes carece de vitalidad
E importancia; a ese ya solo le resta
Lubricar con sus cascadas de lágrimas
La funda de mi fierro.

Ya todo listo, solo espero la
Entrada de mí enemigo. El amargo
Rival, que me acecha y al que tanto
Temo, se llama: la consecuencia. Pero
Que en este cuarto, libre de sensateces
Humanas, y en estado primigenio,
Está tú a tú conmigo: la causa.

Y es la sombra, que no se jacta de
Medio, la única que puede
Ayudarme a matar  remordimientos
Y pesos de conciencia; ella que estuvo
Conmigo, en mis reflejos insanos,
Curará mis heridas podridas, si de
Esta salgo vivo.

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