viernes, 5 de febrero de 2016

¿Por qué leer Pedro Páramo de Juan Rulfo?

Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno
Juan Rulfo (México, 1917 – 1986) escribió poco. Solo dos libros en su haber, y uno final del que no se habla mucho. Dejó de escribir porque, según él “la escritura provoca sufrimiento”, en Pedro Páramo (Fondo de Cultura Económica, 1955) desbocó de su mente hacia las páginas áridas un mudo grito de dolor y sufrimiento, ambientándolo en la también árida y mítica comunidad de Comala de habitantes lerdos de conciencia consumida por la lluvia caliente, el polvo mojado y el calor escalofriante de esos parajes rurales secuestrados por un caudillo malintencionado y crudo autoproclamado dueño de la tierra, de las manos y de los vientres por consiguiente dueño de la vida y de la muerte, se perpetuaba como amo y señor atando cabos, matando voces insolentes, haciendo creer sus mentiras, desafiando las verdades e imponiendo su simiente para que sus sangre siempre vuelva aunque sea vilipendiada, porque la sangre reclama a la sangre, así el hijo busca a su padre para reclamarle su ausencia, la madre envía al hijo en una aventura incierta, ya cuando las fuerzas maternales no pueden y el deseo de venganza renace pues nunca había muerto definitivamente.

Latinoamérica es Comala, está claro, Juan Rulfo lo concibió y lo manifiesto universalmente. En este pequeño libro, en estas palabras breves y sencillas esta la historia del hombre abusivo que se impone a su semejante usando la desfachatez y el cinismo como su más fina tarjeta de presentación; de la madre soltera y luchadora que guarda y cuida a su hijo sin olvidar cabalmente el agravio pues lo depura lentamente en aquellos inescrutables sollozos que según nuestro autor acortan la vida; del hijo bastardo o huérfano que por esas condiciones crece sin cariño y sin la disposición de darlo, y también del hijo con ambos padres pero que igual crece sin cariño pues es cosa de mujeres cuando en realidad sin temor a equivocarme es el hombre el que más lo necesita; del pueblo borrego que siempre es sacrificado por los intereses de una minoría retrograda adicta al poder y al dinero que nunca ha dudado en ofrecer holocaustos al dios de la codicia y la avaricia, millones de muertos, iletrados la mayoría, que nunca supieron la causa real de su deceso.

Un aspecto fundamental de la obra que te presento, es el sobrenatural pues esta la Comala viva y la Comala muerta, el refrán popular de que hay que tenerle miedo a los vivos y no a los muertos se pierde y se confunde en nuestra sociedad supersticiosa que todavía cree en santos que orinan, reza otro popular dicho. Rulfo toma esas supercherías fantasmales y las vierte en nuestra conciencia para regalarnos un relato vivo y veraz pues en la oscuridad detrás de la puerta chillona esperamos ver a nuestro familiar difunto sin sospechar del gato y mucho menos del viento. Es natural temerle a la muerte pero no es sano inquietarnos por los muertos, mientras no superemos esos métodos de intimidación usados principalmente por religiosos y padres de familia haraganes, siempre encontraremos el terror sobrenatural en los libros y en la televisión, pero mientras esperamos esa respuesta de la evolución, ojala sean más Rulfos los que se imbuyan en el género.

No es un libro fácil, pero no quiero insultarlos recomendándoles a caperucita y el lobo. Lo que les recomiendo es leer la biografía del autor y alguna reseña del libro para motivar al cerebro (Wikipedia) pues las ganas de leer ahí están, estoy seguro. Un esfuerzo por la lectura y tu vida será diferente a la de los demás, pues somos únicos de eso no me cabe duda ya que está científica y espiritualmente comprobado. El que escribió el prólogo del libro, Jorge Volpi, dice algo muy interesante, aquí se los dejo:

“Al leer Pedro Páramo por primera vez, es como si un vendaval —el  viento  de  la  muerte—  hubiese arrancado  páginas  y  episodios  a  un  libro mucho mayor: para recuperar el sentido de la historia, el lector debe realizar un  ingente  esfuerzo  para  recolocar  las  partes,  para  rearmar las  historias particulares,  para  completar  las  vidas  truncas  de  todos  esos  muertos”

Jorge Volpi. Prologo.

Hasta la próxima entrada.


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