Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno |
Juan Rulfo (México, 1917 – 1986) escribió poco. Solo dos libros en su
haber, y uno final del que no se habla mucho. Dejó de escribir porque, según él
“la escritura provoca sufrimiento”, en Pedro Páramo (Fondo de Cultura
Económica, 1955) desbocó de su mente hacia las páginas áridas un mudo grito de
dolor y sufrimiento, ambientándolo en la también árida y mítica comunidad de
Comala de habitantes lerdos de conciencia consumida por la lluvia caliente, el
polvo mojado y el calor escalofriante de esos parajes rurales secuestrados por un
caudillo malintencionado y crudo autoproclamado dueño de la tierra, de las
manos y de los vientres por consiguiente dueño de la vida y de la muerte, se
perpetuaba como amo y señor atando cabos, matando voces insolentes, haciendo
creer sus mentiras, desafiando las verdades e imponiendo su simiente para que
sus sangre siempre vuelva aunque sea vilipendiada, porque la sangre reclama a
la sangre, así el hijo busca a su padre para reclamarle su ausencia, la madre
envía al hijo en una aventura incierta, ya cuando las fuerzas maternales no
pueden y el deseo de venganza renace pues nunca había muerto definitivamente.
Latinoamérica es Comala, está claro, Juan Rulfo lo concibió y lo manifiesto
universalmente. En este pequeño libro, en estas palabras breves y sencillas
esta la historia del hombre abusivo que se impone a su semejante usando la
desfachatez y el cinismo como su más fina tarjeta de presentación; de la madre
soltera y luchadora que guarda y cuida a su hijo sin olvidar cabalmente el
agravio pues lo depura lentamente en aquellos inescrutables sollozos que según
nuestro autor acortan la vida; del hijo bastardo o huérfano que por esas
condiciones crece sin cariño y sin la disposición de darlo, y también del hijo
con ambos padres pero que igual crece sin cariño pues es cosa de mujeres cuando
en realidad sin temor a equivocarme es el hombre el que más lo necesita; del
pueblo borrego que siempre es sacrificado por los intereses de una minoría
retrograda adicta al poder y al dinero que nunca ha dudado en ofrecer
holocaustos al dios de la codicia y la avaricia, millones de muertos, iletrados
la mayoría, que nunca supieron la causa real de su deceso.
Un aspecto fundamental de la obra que te presento, es el sobrenatural
pues esta la Comala viva y la Comala muerta, el refrán popular de que hay que
tenerle miedo a los vivos y no a los muertos se pierde y se confunde en nuestra
sociedad supersticiosa que todavía cree en santos que orinan, reza otro popular
dicho. Rulfo toma esas supercherías fantasmales y las vierte en nuestra
conciencia para regalarnos un relato vivo y veraz pues en la oscuridad detrás
de la puerta chillona esperamos ver a nuestro familiar difunto sin sospechar
del gato y mucho menos del viento. Es natural temerle a la muerte pero no es
sano inquietarnos por los muertos, mientras no superemos esos métodos de
intimidación usados principalmente por religiosos y padres de familia
haraganes, siempre encontraremos el terror sobrenatural en los libros y en la
televisión, pero mientras esperamos esa respuesta de la evolución, ojala sean
más Rulfos los que se imbuyan en el género.
No es un libro fácil, pero no quiero insultarlos recomendándoles a
caperucita y el lobo. Lo que les recomiendo es leer la biografía del autor y
alguna reseña del libro para motivar al cerebro (Wikipedia) pues las ganas de
leer ahí están, estoy seguro. Un esfuerzo por la lectura y tu vida será
diferente a la de los demás, pues somos únicos de eso no me cabe duda ya que
está científica y espiritualmente comprobado. El que escribió el prólogo del
libro, Jorge Volpi, dice algo muy interesante, aquí se los dejo:
“Al leer Pedro Páramo por
primera vez, es como si un vendaval —el
viento de la
muerte— hubiese arrancado páginas
y episodios a
un libro mucho mayor: para
recuperar el sentido de la historia, el lector debe realizar un ingente
esfuerzo para recolocar las partes, para
rearmar las historias particulares, para
completar las vidas
truncas de todos
esos muertos”
Jorge Volpi. Prologo.
Hasta la
próxima entrada.
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