El célebre escritor francés del siglo XIX, Gustave Flaubert (1821 – 1880) escribe en 1857 la novela de adulterio femenino más consultada por hombres y mujeres que tratan de encontrar una respuesta a los motivos por el cual una mujer, en este caso, desprecia el amor sincero de su esposo deleitándose en placeres sexuales extra conyugales usando la mentira como propulsor de sus apasionadas intrigas amorosas.
Emma Bovary o Madame Bovary (título de la novela) es una joven bella y apasionada que se aburre infinitamente de su vida conyugal. Ardua lectora de “keepsakes”, colección de poemas y cuentos con exquisitos grabados, de cortes frívolos y lujuriosos que según parece le marcan la existencia. Emma vuela en sus sueños en los brazos de un conde adinerado que al ritmo de un vals le llena de placer hasta el último rincón del alma.
En ese momento e incluso en la actualidad suele culparse a ciertas expresiones artísticas (literatura, música, pintura, etc.) por algunos excesos mundanos. A Emma le achacan la lectura a sus síntomas ninfomaníacos. Ella se imagina en un castillo ataviada de belleza y llena de impaciencia en la espera de su amado. Un libro en la mano y todo el tiempo del mundo para soñar, no para vivir realmente sino para recrear todas las formas sublimes de gozo y éxtasis saciados solamente con la explosión inminente de todo lo guardado y reprimido.
Cuando ella muere no hay un sentimiento de pena por su prematura partida, al contrario, se gusta un sabor algo amargo de repudio por el infortunio de Charles Bovary (su esposo) que ciego de amor por Emma, nunca pudo o quiso ver el desprecio que le tenía su mujer, que lo culpaba de haberle dado una vida relativamente cómoda, una casa confortable, una hija adorable un amor fiel y sincero acompañado de una devoción que le obligaba a hacer cuanto fuera de su parte, como marido, para que ella le regalara una sonrisa, lo que le era suficiente para sentirse feliz y amado.
Charles muere en la ruina al no reponerse del duelo. La infidelidad de Emma ni la ruina económica que le produjo por su vanidad voluptuosa y vil, le hacía regalos a sus amantes y pagaba el cuarto de hotel para sus faenas lujuriosas, ni el desdén y pereza que mostraba en el trato y cuido de su hija, en una ocasión, le hizo una pequeña herida en el rostro al empujarla en un arrebato de impaciencia, por la interrupción de la niña en su lectura, pudieron hacer mella en el incauto cariño que le profesaba a su pálida y delicada Emma.
En lo personal no creo que la lectura haya sido el punto de apoyo para las infamias de Madame Bovary pero si una combinación de belleza, pasión, inteligencia y fantasía modelaron el ímpetu de esta mujer vacua y de alma vacía que encontró en los veros y la prosa así como en los besos de sus amantes la respuesta aunque fugaz e ínfima a sus íntimos deseos. Lo lastimoso del caso es Charles que se enamoró de esa combinación de cualidades que terminaron por matarlo. Lean Madame Bovary y odien o amen a esa mujer que aun lee llena de aburrimiento y pereza en una acogedora casa a la espera de su marido o en un sensual cuarto de hotel sufre en deseo y desesperación la llegada de su amante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario